Aunamos las
sospechas
Y nos dan la visión sagrada
De la bendición.
LA
MAESTRA PERVERSA
Rostro
curtido por cuarenta años de pesares.
- Pesares livianos...
¡Nimiedades!
Carmín púrpura
desparramado
Hace notar la fealdad de
sus labios.
Rubor en las mejillas.
Mirada de vieja mañosa no
desfogada
...¡Atenta! Y presta.
Mierda...
Una fachada derruida...
¡Asolada!
Parado en el umbral de los
escombros
De mi educación.
Muchachos lerdos,
retrasados mentales
Y enfermos precoces en
todos los
Niveles... ¡Silban!
Nosotros sabíamos que ella
se convertía
En nuestra única felicidad
angustiosa.
Y ella sabía muy bien
Que para nosotros se
convertía
En la virgen María.
¿¡Pura!? ¿¡Pura!?...
Vieja y ¡Puta! ¡Puta!
Paso que daba tras paso
que daba.
- Ya sus senos hinchados y
cansados
No responden, sus manos
han perdido
La adaptación a las cremas
humectantes,
A la del semen
desparramado y tropical.
Su cabello rubio, largo,
hirsuto
... ¡Cucufato! Parece ser
Lo único apropiado en ella.
Sus pies anchos, grandes,
sucios,
Gloriosos, llenos de poder
de perversión.
Piernas duras, ágiles,
taciturnas,
Enigmáticas, delgadas,
dignas de fe
Religiosa; forjadas en
luchas callejeras.
Según lo popularizó ella
misma en sus chismes,
En su soporífero, en su
aletargamiento.
¡Pues bien, me cansé! Así
que no digo más.
Y en su imaginación dejo
relatado
Lo no escrito...
Por ser más apropiado así.